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Los no siempre bienvenidos “deberías” nos provocan más de algún dolor de cabeza y uno que otro achaque emocional. Estos “deberías” fueron sujeto de estudio por la psicoanalista alemana Karen Horney (1885–1952) quien creó la teoría de “La Tiranía de los Deberías” para analizar el tema a fondo.

En simple, esta teoría plantea que dado los entornos, muchas veces emocionalmente tóxicos en que nos movemos en nuestra sociedad, terminamos “comprándonos” una sería de “deberías” que los tomamos como válidos, ciertos e incuestionables, sin detenernos a reflexionar el daño que nos pueden provocar. Estos entornos pueden incluir nuestras familias, colegios y universidades en que estudiamos, comunidades a las que pertenecemos y organizaciones en las que trabajamos. Cada uno de ellos puede aportar una serie de creencias poco sanas que muchas veces terminan impidiendo el bienestar emocional de cada persona.

Horney planteaba que en la medida que tenemos definido y “comprado” un “debería”, se produce una lucha interna entre dos “Yo”: mi “Yo real” que es quien valida nuestros verdaderos deseos internos, deseos auténticos (que normalmente no caen en la categoría de los “debería”), con mi “Yo ideal” que se esfuerza en satisfacer todas las exigencias de “deberías” externos, ya “comprados” previamente por nosotros mismos. Entonces, si lo que debería darse no se da (porque muchas veces ni siquiera existe la motivación interna para que ello ocurra), se produce una brecha entre mi “yo real” y mi “yo ideal”. Este último se encarga de dar el feedback negativo, explicitando una sensación de insatisfacción y culpa por el no logro. Justo allí aparece un tercer yo: el “Yo despreciado”, versión infeliz, frustrada y rebajada de mi “yo real”, cada vez más lejana de mi “yo ideal”.

El “yo real” fija un logro en relación a los atributos actuales con los que cuenta (o percibe que cuenta). Sin embargo, cuando toma el poder el “yo ideal”, imponiendo por ejemplo,  “debería lograr un ascenso”, “debería adelgazar”, “debería tener un mejor auto”, el foco está en la creencia que tal “debería” es necesario y obligatorio conseguirlo (siendo frecuentemente fuente de ansiedad y angustia). Si el “debería” no se logra, el “yo despreciado” entra en escena no sabiendo cómo mantener la cabeza en alto dado su culpa de no haber satisfecho a su “yo ideal”, sintiendo que una vez más no fue suficiente, no dio el ancho.

Todo “debería” es siempre validado por nosotros mismos, más allá que sea impuesto por el exterior, ya que siempre tenemos la posibilidad de no aceptar tal o cuál “debería” que nos quieren imponer. Es decir, están los que hemos validado desde las relaciones que hemos tenido (padres, parejas, curas y jefaturas, entre otros). Por otra parte, dado como nos hemos ido desarrollando tenemos nuestra propia auto-imposición de “deberías”, bajo creencias y reglas que hemos validado (no teniendo la capacidad ni el deseo de cuestionarlas). Independiente de dónde las hayamos adquirido, los hacemos nuestros y andamos por la vida con una lista de “deberías” que, al juzgar que debemos cumplirlos si o si, nos produce un gran malestar emocional cuando no lo logramos. Incluso, el sólo hecho de andar con la lista de “deberías”, ni siquiera sabiendo si los podremos cumplir o no, nos estresa.

Una manera distinta de ver los “deberías” es su temporalidad. Basado en ello, hay dos tipos de “debería”. Una primera categoría son el cuestionamiento de los “deberías” del pasado, que van acompañadas del verbo haber: “debería haber sido más valiente”, “debería haberme separado mucho antes”, “no debería haberme quedado callado”, “debería haber tomado otra decisión”. De estos “deberías” pretéritos hablaré en el siguiente artículo de Blog “La Tiranía de los Deberías II”.

Una segunda mirada es la de los “deberías” asociados al futuro. En esta categoría cae los “deberías” que nos imponen otros o que nos auto-imponemos como una acción futura de ejecución obligatoria: “debería ser más responsable”, “no debería equivocarme”, “debería participar mucho más”.

Mirando al futuro, surgen tres tipos de “debería” acorde al criterio de hacía quién o qué va dirigido cada “debería”:

“Debería” dirigido a uno mismo – que tiene que ver con las creencias propias que nos hace validar tales “debería”, incluso aquellos con los que sentimos que satisfacemos las expectativas de otros, dado nuestro propio actuar: “debería ser perfecto en la ejecución de todo lo que haga”, “debería hacer tal cosa para que me validen”. Vemos que no hay otra forma de hacer ni de ser, que la única existente es lo que se “debe ser”. El desgaste emocional es alto cuando estamos permanentemente en esta auto-imposición de “deberías”, y nos sintamos inseguros, culpables, frustrados e incluso digno de tener rabia con nosotros mismos dada nuestra incapacidad de cumplir con cada “debería” que nos hemos trazado.

“Debería” dirigido a otros – está relacionado a los debería que le imponemos a otros, las expectativas que tenemos respecto a otros, desde una emocionalidad muy cercana a una sugerencia o pedido que más bien suena a orden, porque se espera que se cumpla si o si: “deberías preocuparte mucho más de mí”, “deberías rendir bastante más”, “deberías tener mucha más iniciativa”. Cuando generamos estos “deberías” y no se cumplen, la emoción reinante es la rabia de que la otra persona no cumplió con lo que era obvio que si “debería” haber cumplido, generando a la vez brotes importantes de resentimiento.

“Debería” dirigidos al entorno – aquí se evalúa la percepción de lo que “debería” hacer por nosotros algo que está allá afuera: “la vida debería ser más justa conmigo”, que finalmente habla del juicio que la vida me debe algo, algo que merezco. Y cómo el universo no nos debe nada (estaba antes que nosotros llegásemos y además, nada nos ha prometido), quienes no lo ven, crecen en emocionalidades de desilusión, frustraciones, desmotivaciones y resentimiento, que pueden perfectamente terminar en matices altos de rabia.

Nosotros, personas que podemos tomar control sobre lo que si depende de nosotros, nos podemos comenzar a preguntar ¿qué tanto nos estamos viviendo nuestras vidas desde la Tiranía de nuestros propios Debería?

Retomaremos esta pregunta y sus matices en “La Tiranía de los Debería II”.